jueves, 28 de enero de 2010

Piano piano

Y es cuando nos consumimos los unos a los otros, cuando la sangre nos palpita en las venas y cuando los ojos nos gritan condena. Se empieza de a poco, uno por uno, dos por dos y así sucesivamente hasta que te encuentras cantando versos al viento, escupiéndole el humo al suelo y riéndote del tiempo. Cuando los acordes se hacen agudos las estrellas te alargan la noche sin conciliar el sueño, llevándote lejos, muy lejos y es cuando a veces se pone negro el cielo. Y los pensares te llevan al encierro, al destierro, a vivir sin hacerlo y a respirar artificial. Las palabras se te enredan, se contradicen, tu mente se contradice y se nubla, se te nubla la razón y los sentimientos, se paran, como cual reloj que no marca el tiempo, como cual guitarra sin rasgueo, o como cual armónica sin sentimientos. Y los susurros te adormecen el cerebro tratando de alejarte del encierro, pero las ánimas te bailan sin consuelo, te rodean el pelo revoltoso, las pestañas sin consuelo, los dedos perplejos. Y un hormigueo te ensucia la espalda, las piernas, los brazos y los sesos. Las gotas te bañan a su antojo, cayendo a lo lejos pero de adentro, bien adentro porque extrañas, si, aun extrañas, las entrañas de las arañas. Las canciones de los dedos, las risas del pelo, las carcajadas del suelo y los vidrios en el cielo. Los algodones amarillos, rojos y naranjos, las montañas de café y nieve y los cielos rasos. Esos infinitos que te hacían pensar en el mar, en el mar de viento, ese que no tenía un horizonte definido, en el cual querías nadar y nadar para encontrar lo perdido. ¿Cuándo lo perdiste de nuevo? Entonces crees que los rasguños y los cortes son parte de la vida, que la sangre que te envuelve no es más que una fantasía y cuando te apoyas encima sientes un tic – tac con ruido, con piedras que te hacen saltar, con ilusiones que te hacen brotar. Y sales, te pones cara a cara con el sol, esa esfera de fuego que te retuerce los dientes, que te quema la mirada y no te hace ver más nada. Es ahí cuando continuas y caminas hacia él para desaparecer, para borrarte del mapa y escuchar canciones sin palabras. Para caerte en un libro abierto que te absorba y luego se cierra la tapa. ¿Cuándo empezamos a perder la ternura?
Y el silencio te envuelve de gris y te cubre con una manta áspera, esperando y esperando. Esperando y esperando. Y seguir esperando… Hasta que de pronto, un silencio sueña, un silencio otorga y un silencio suena. Una nota corta, una nota espesa, se aliviana de la mente y te vuela la conciencia. Pero sigues ahí en la espera… con la vista en ascuas, con las cejas rectas. Y el susurro, nuevamente el susurro, te rodea el cuello y los hombros, te acaricia la espalda hasta los codos. Te encierra una voz dolida, una voz arisca y herida, una voz, una voz distinta. Y caes consiente de la inconsciencia del momento, rebotas las nubes con tus ojos para adormecerlos del rostro. Y esperas y esperas, y hueles, y sientes, y hueles. Un olor amargo, un olor abstracto, un olor sin contenido, un olor sin sentido. Entonces esperas y esperas, piano piano se va lontano.
Piano piano.

domingo, 3 de enero de 2010

Lágrimas de cocodrilo

Y es que al momento de sentir es cuando decimos que es real, cuando sentimos y tomamos una actitud nos convencemos de que es verdad, osino no sentiríamos así, entonces hay que confiar y seguir nuestros instintos, tomar una postura y seguir. La vida sigue, continúa, se detiene a veces, pero sigua hasta que para y es cuando se debe entender que como mortales no podemos hacer más nada que quedarnos sin el miedo y continuar.
A veces me cuesta entender el comportamiento humano, a veces me cuesta creer lo que veo, lo que siento. A veces me cuesta entender los acentos. Y siempre me cuesta entender el comportamiento humano, me cuesta digerir la mentira, me cuesta digerir lo falso, me cuesta saber que el resto nos ve la cara de idiotas y no se dan cuenta que hay unos cuantos que se dan cuenta. Y me cuesta entender cómo seguir con ese peso, me cuesta seguir con los pies arrastrados por una condición que ni siquiera es personal, que no tiene que ver con mi esencia, que no tiene que ver conmigo. Me cuesta entender las caretas y verlos salir victoriosos de los engaños. Lagrimas de cocodrilo que ruedan por sus cerebros porque de adentro no se asoma ni un destello. Salen ojos secos que debieran estar húmedos acompañando a los lamentos y lo peor es que se contradice con tus sentimientos, porque no es un ser ajeno, es un ser de dentro, de ti y de mi, de nosotros y ellos, es un ser que te apoya , que te trata de entender o solo asiente, pero es externo. Quizás es mejor un poco lejos, quizás es hora de parar y después seguir viviendo.