miércoles, 9 de diciembre de 2009

Arrastrada y arrancada

Y es sentir el aire colándose por entre los cabellos, los risos estirándose con el viento, alargándose y alargándose hasta parecer infinitos en el suelo. Es cerrar los ojos y sentir las pestañas despeinarse, es cerrar los ojos y ver como el sol te los abre. Es sentir la brisa adentrándose en tus poros para alivianar tu piel, para alivianar los pensares, como al dormir, pero ahora despierto e inconscientemente consiente. Es sentir que la vida se aligera, se despoja de los pesos, se convierte en viento que se despedaza y te lleva lejos. Es sentirte arrastrada y arrancada para salir volando, para escupirle al suelo y dejarlo tieso, es abrir los ojos y ver que el viento lo hace todo más ameno. Es sentir a las nubes tocándote la cara, cerrándote los ojos, suspirándote lento y hacerte soñar con llantos secos. Es aligerar la vida, rompiendo la rutina, es mecerte en el viento verde, recostado en una laguna de mentes y reposar la vida que se agita día a día. Y volver a cerrar los ojos contra el pasto que te hace cosquillas en los parpados y te despierta el viento que te quiere consiente por en tu inconsciencia, y luego ruedas por encima de ese tibio calor que provocó la humedad y hace que se te peguen los pensares, para luego sacudirlos y enterrarlos en la tierra que nos sostiene la existencia, que nos afirma los pasos, y que a veces, nos los amarra, pero los pateamos y nos soltamos para escapar de lo cotidiano y para respirar las nubes de algodón estirado. Y el cielo nos colorea la cara con acuarelas, con acuarelas tibias y frías, con acuarelas dulces y amargas, pero acuarelas, que tiñen el cielo y la conciencia, que tiñen el suelo y los ojos se acercan. Y se revuelven los colores mezclándose unos con otros creando un remolino de suspiros y se desvanecen al pestañar constantemente pero aparecen al reflejarse en esos otros ojos de agua, de acuarela siempre, aunque se deshagan. Y el viento se hace presente siempre para prestarte abrigo y cobijarte en sus brazos heridos. Y al cerrar los ojos con abrigo, te sumerges en otro mundo un poco menos frio y te congelas pensando en los sentires que vienen, en las sensaciones del vientre, en las palpitaciones frecuentes, pero ese es otro mundo, es otro estado independiente al viento terrestre.

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