miércoles, 23 de diciembre de 2009
Hasta mañana o pasado
Estoy aprendiendo a dejarte, se coló por mis pensares. Por aquellos que vagan sin sentido ni dirección, que viajan incoherentes dentro de un mar de lágrimas acumuladas, esas que estaban en un saquito, pero que de la nada desatan con torpeza las amarras y no es amargo, pero tampoco es dulce, es agridulce, tiene un poco de ambos. Es quizás acostumbrarse, si, acostumbrarse, tantear el suelo para caminar en desvelo y seguir, seguir simplemente, seguir caminando, para trotar, para correr y luego volar, para alzar el vuelo nuevamente, para ascender y descender a mi antojo, pero para llegar allá lejos que vemos cerca, para nadar por entre los algodones desgarrados y pintarse de acuarelas, para sentir los suspiros de mundo y para respirar los latidos de todos. Y escuchar, detenidamente como la flora se expande, como nos enreda el pelo el aire frio, que nos encoge y recoge, para sentir los pies desnudos sobre el pasto, que nos hace cosquillas y que nos da risas, para palpar con las manos descubiertas e inconexas las lagrimas ajenas, para oír los sentires de antaño y descubrir que hay mas y que vale la pena, literalmente, la vale. Y como muchas cosas lo valen y valieron y aprendimos, gracias a eso. Y ahora aunque suspiremos ni amargo ni dulce, sino ambos, suspiramos y hacemos espacio, nos hacemos espacio y tiempo, ya no corremos aunque muchas veces quisiéramos, pero nos quedamos, no pausados, sino que paramos, para ver, para sentir, oír, degustar, pensar. Y al cerrar los ojos vemos y sentimos, vemos y escuchamos, vemos y disfrutamos, nos sentimos flotando, desconectados del cuerpo, solo la mente, nada más que la mente y contamos, nos concentramos, izquierda ,derecha, izquierda, dos, tres, cuatro, y flotamos cantando, cayendo hacia arriba y subiendo hacia abajo, todo al revés, todo lo contrario. Y después caímos en un sueño eterno hasta mañana o pasado.
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