domingo, 25 de octubre de 2009

Con la pena en la cama

Y es que hay mañanas que despiertas con la pena en la cama, que te recorre de los pies hasta la cara para abrirte los ojos con lágrimas largas, que caen de las pestañas para lavarte los pies. Es entonces cuando el cielo parece de color sepia para despejarte la mente pero no obtiene resultado porque ni siquiera tus brazos tuvieron fuerzas para abrir la ventana. Es cuando preferiste emanar humo mientras los ojos se secan devorando letras de una historia ajena. Y es también cuando la mañana se hace larga y la tarde eterna, cuando tienes miedo de que sea mañana pero ansías un nuevo amanecer para ver si la noche acaba por fin. Te enferma tu mente que no para y que sigue avanzando a nuevas instancias donde el temor te carcome la piel para no dejarte imaginar nada más que no sea desgracia. Y los ojos se empapan nuevamente con sangre que sale de la garganta que se estruja al intentar escupir palabras para poder caer inconsciente y así dormir para no sufrir. No sabes que hacer para calmar la tormenta que se forma en tu conciencia y no encuentras nada mejor que sumergirte en hojas añejas que relatan una historia casi perfecta, te atrapas tanto que casi te vez reflejada en aquellas palabras escritas años antes. No dejas de pensar, eso te hace hundir mas y le sorprende que aun le duele. Prometiste dejar de pensar, y por más que quieras no puedes, se refleja en tus ojos un dolor ausente, un dolor consciente, un dolor antiguo que va creciendo cuando avanzan los segundos, que corren para ser hoy y para ser mañana pero al contar, recuerdas que pasaron ya meses en ausencia pero a ti ni se te paso por la mente porque te volviste un ente sin noción del tiempo ni de tu mente. Y suena una melodía que te remonta a pasados días que te afloran en la piel sentidos que creíste olvidados, no, no creíste olvidados, los quisiste olvidar pero consciente de que eso no pasaría jamás, porque temes al olvido, temes a la ausencia y temes a quererlo de vuelta.

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