domingo, 11 de octubre de 2009
Cuatro ojos negros
Cuatro ojos negros se miraban sin sentido, reflejándose en un espacio que no existía en el tiempo. Se observaban con el fin de descifrarse, de escarbar profundo para encontrar lo que tenían escondido, un destello se asomaba de repente en ellos, pero se fundía con la sombra del miedo. Se sentían distantes y afligidos, no encontraban conexión con el cerebro, miraban el pergamino que los sostenía, que se desasía de a poco con el viento. Se aturdían para encontrar la luz que un día vieron, con la que ahora tropezaron pero desaparecía en el momento. Se miraban fijamente a las pupilas, tratando de distinguirlas entre la totalidad de la penumbra, se acordaron de lo que un día entendieron y se asombraron al visualizar que era cierto. Se desconcertaron un instante, se gritaron en silencio en medio de una desesperación que aumentaba con el pasar de los segundos, recordaron no haberse encontrado nunca, a pesar de verse un par de veces al día, pero no se conocían, se eran indiferentes ante la rutina de la vida, ante la desolación del tiempo. Acordaron no verse más nunca, prefirieron la distancia a sumergirse en un mundo alterno, se sintieron atraídos por la oscuridad de ambos, por la incertidumbre que se causaban y en consecuencia, se atemorizaron por el misterio, se llamaron a ellos mismos “ojos muertos”, que vagaron hasta encontrarse y en el acto se encadenaron y observaron. Estuvieron así, zurcidos por una fuerza extraña, descifrando, descubriendo, entendiendo sin saber que debían entender, queriendo algo que no sabían que. Trataron de encontrar nuevamente el destello, ya que no se concebían como ojos negros, opacos y sucios, en el intento lo encontraron, tintineó por un milisegundo, como avisando que estaba ahí, pero débil o quizás no quería ser visto, no quería mostrarse, el miedo lo tenía consumido, tintineaba para mostrar que estaba, que no se había ido, que seguía ahí, pero prefería estar oculto algún tiempo, así comprendieron los cuatro ojos negros que se miraban sin sentido en un espacio que no existía en el tiempo y decidieron no verse más nunca. Se deshicieron del zurcido y de las cadenas para así despedirse con un grito en silencio. Se desviaron para volver a encontrarse por última vez, así se vieron los cuatro ojos negros, opacos y sucios sostenidos por un pergamino, en este momento, ya desecho por el viento. Se alejaron lentamente en la misma dirección pero unos sin ser vistos y los otros se hallaron en el tiempo del cual se había extraído.
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