jueves, 15 de octubre de 2009

Critales molidos

Cuando el cielo se cubría con una cortina de esferas, que explotaban convirtiéndose en cristales molidos, en el agua recién puesta, caminamos sin sentido dentro de un manto de sombra espesa que nos hacia llorar la cara mientas el suspiro nos rebotaba en las pestañas. Respiramos las lágrimas sucias que nos rodeaban la cara y sentíamos el frio que estas provocaban. Nos sumergimos dentro de las nubes que nos llamaron desde lejos para pintarnos un cuento, que no tiene final, que no tiene comienzo. Sellamos los cristales a la piel que se adormecía desde la espalda lustrando los sentires que a lo lejos nacieron por una sola razón pero sin conciencia. Mientras, rodeaban de letras las constantes somnolencias, que cegaban el cristal que se posaba junto a la demencia. Gritos crecían de cerca, de lejos y cerca. Se oían sonetos de furia que incendiaban con llamas el cielo opaco que callaba. Sentimos el olor a primavera, que se escapaba por entre los dedos, que yacían inmóviles evaporando una inquietante consistencia. Reímos contra el viento que se colaba por la boca que salía y resurgía con fuerza por la lengua que ya no ardía. Descansamos la vista de los cielos negros que tosían con espanto las hojas del árbol en trizas. Caímos rendidos dentro de un espejo sin reflejo, sucio por la mentira y por las mugres barridas. Y mientras el cielo se cubría de esferas de cristal, el tiempo al otro lado se volvía normal.

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