domingo, 8 de noviembre de 2009

Aveces lunas

Y de repente amaneces con el suspiro cortado, con las manos en el pecho tratando de quitar el malestar porque te cuesta el respiro y te cuesta el llanto. Inhalas tratando de hacerte espacio, exhalas tratando de sacarte las heridas. Te devuelves para volver y vuelves para irte, te revuelcas intentando liberarte de la mentira que ronda tus costillas. Pero el respiro se te hace pesado, se te dobla dentro, se retuerce en una risa contagiosa que no se puede propagar. Entonces te diste cuenta, mirando un cielo extenso que se perdía en la lejanía de las vistas, que el tiempo entrecortado se te escapo de las manos como cuando uno agarra un manojo de lunas y aprieta el puño para hacerlas escurrir por la piel que se había helado unos minutos antes. Y dentro de esos minutos cambió el sentido del aire y del mundo, que giró sin que te dieces cuenta y el viento se convirtió en una mezcolanza de pesares que te cayeron mojándote el pelo que se corta intentando escapar, escapar de la cabeza que no hace más que pensar y sofocarse con recuerdos que te condenan a un pasado que quisieras olvidar. Y vuelven los suspiros intentando hacerse espacio en el vacío que nos rodea el corazón, esa bomba corpórea que nos destruye la razón. Y es cuando ésta dejo de tener importancia y pasó a convertirse en el polvo que se guarda debajo de la cama, para acumularse formándose un tumulto de gritos secos que se encienden con las lunas que escurrían en verso. Después el suspiro se corta para calmar las ansias y renace la desazón, que se hunde bien adentro para divisar un corazón pequeñito que trata de latir con el miedo de seguir.

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