lunes, 23 de noviembre de 2009
Un cielo de negro terciopelo
Y es cuando notaste que algo andaba mal, que algo no era lo que debía, que tu esencia seguía dormida por la rutina, y al dejarla de lado, caminar con nuevos pasos y respirar el suspiro que te regaló la mañana, te diste cuenta que el cielo seguía ahí, tal como lo dejaste, esperando, gigante y tranquilo, sutil y paciente. Entonces despertaste de un sueño eterno, de una pesadilla que no tenía más sentido que el que no tiene y divisaste a lo lejos una cadena gigante que te quitó el aliento para devolvértelo fresco, fue cuando sentiste por dentro el escalofrío que te había abandonado para irse con calma, para arreglarse, para arreglarte. De pronto, recordando viejos pesares, vislumbraste en tus ojos ese brillo constante, notaste que se encendían de nuevo para hacerte ver lo inimaginable, para recorrer nuevos caminos, para disfrutar de los paisajes. Entonces el mundo se unió contigo y te hizo el regalo más grande, más hermoso y más significante; una gama de colores impresionantes que se posaban frente a tus ojos haciéndolos parecer una gotita en forma de diamante. Una pintura exuberante que te hacia nacer de nuevo, curvas quebradas teñidas de café y nieve para recordarte que eso es lo que te perdiste, que eso fue lo que dejaste pasar ausente. Y el cielo teñido de rojo, naranjo, amarillo y celeste te cegaron la vista a lo que creías errante. Entonces el suspiro se hizo presente y tu organismo cambió al verte sonreír, al verte presente pero con tu usual grado de extracción para pensar y pensar, en que esto jamás lo dejarías pasar, que aunque te caigan piedrazos encima, la cabeza siempre debe estar erguida, que aunque los pasos se te hagan pesados, siempre debes seguir caminado, al lado del camino fumando el humo mientras todo pasa, y sentirte vivo a pesar de los malestares, a pesar de los pensares. Y seguir, seguir viviendo, seguir sintiendo y cuando menos lo esperaste pudiste plasmar en palabras lo que veías de cerca, pero que está bien lejos, que lo sentías lejos pero estaba al alcance de tus dedos y que viste una y mil veces sin saber cómo exponerlo; Un cielo de negro terciopelo.
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