domingo, 27 de septiembre de 2009

El viento en llamas abrió la ventana

El viento en llamas abrió la ventana que sostenía la cabeza derramada, el perro azul lamía los ojos caídos en el suelo, le brotaban diamantes del cielo. Las manos se arrastraban por las paredes dejando un rastro de tempera, de tempera roja que inundaban lo que siento. La acuarela se escurría desde la boca apareciendo un rio de hojas rotas. El pelo formaba nudos que tambaleaban a las piernas que andaban exhaustas por arrastrar piedras. Los pies cansados atravesaban el puente de hiedra que nacía de las orejas para tocar las estrellas que se movían con la melodía que brotaba de las espinas. Gritaban las pestañas al no poder descascarar el quebranto que se armaba del viento espeso que cubría la razón. Y la espera crujía al avanzar el tiempo que le jugaba en contra al sentirse libre de tener que decir una palabra sin pasión. Los dedos corrían sin dirección al desatarse la decepción que abrió paso al desconsuelo que se reía de la calma que necesitaba un poco de tiempo para entrar en calor.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Y sintiose aturdida

Y de lejos se vio la amargura en pie, se vio la desesperación en sus espejos y el reflejo se deformaba con el viento. Se tapaba la cara entre el llanto y la risa, con las manos zurcidas a la piel que se agrietaba por la soledad que recorría su espalda. Y sintiose aturdida por la brisa amarilla que se colaba por entre sus cabellos que volaban con el sueño que persiste en la memoria del errático. Paranoica su esencia que vestía un manto escarlata que escurría por sus piernas que cansadas seguían el andar que no puede detener sin que se detenga el tiempo. Y al hacerlo se trisan los sentires que algún día armó. Al desaparecerse del vagón el miedo se aglomeró con las pisadas de los andares, esos tambaleantes que te aturden el suelo. La corriente te guió por entre la multitud y te posó en una banca rodeada de lluvia que alivió tu desesperanza.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Me rindo incoherente

Me rindo incoherente ante las vidas cesantes, ante las vistas perdidas y ante los suspiros ausentes. Se me cuela la risa por entre los hoyos de la pared que deja entrar un hilo jadeante y tambaleante. Se me incendia la boca al recordar versos muertos, al escuchar vidas antiguas y al oler respiros sin tiempo. Se enreda en el cuello una soga se suspiros, que tiritan y se desasen por el frio. Los ojos arrastrados por canciones con filo, me retumban el alma al escuchar ese himno. ¿Cómo dices tú que se cuida el alma, si le arrancas ésta a un escalofrío? Ese que se adentra en las venas para convertirlas en ríos de cianuro, que te ennegrecen la mirada que un día posaste sobre las espinas de una rosa maltratada por las risas de una multitud desenfrenada. Que corrieron sin importar el frio, arrastrando consigo la vida de un pájaro que volaba alto y que al retumbar el piso cayó sin previo aviso. Pájaro errante se nombra ahora, que recorre los rincones del mundo en busca de un nido. De un nido ciego en medio de esta esfera que te rebota en la espalda porque se desentiende contigo. Y se contradice porque naciste errante, errante y errada, en el tiempo equivocado y con las vidas cambiadas. Volaste alto sin guarida ni precisión, volaste inestable y vacilante. Te aplastaron una piedra en el corazón que retumbó y latió, se estremeció y durmió, que despertó herido con las alas mordidas, sin opción de volar, ahora camina arrastrando las patas, pateando las hojas y las hormigas que se cruzan en su andar. Me rindo incoherente ante tu caminar.

martes, 22 de septiembre de 2009

No quiero escupirle al cielo ni arrancarle la ternura a las nubes

Y es que ya no quiero soñar porque amanezco con un sabor amargo, se me aturde la mente al ver realidades irreales, espejismos fatales. Quiero cerrar los ojos y despertar de un abismo oscuro, sin recuerdos, sin tiempo. Quiero nacer todos los días de una manera distinta, no quiero abrir los ojos y guardar piedras en mi morral. Quiero despertar suave y con la mirada seca, con los brazos lacios y las piernas rectas. No quiero escupirle al cielo ni arrancarle la ternura a las nubes, no quiero moler la tierra con el humo que nace de mi boca. No quiero seguir soñando ante espejos que me traen tu reflejo, no quiero volver a verte vagando por mi mente, no quiero soñarte amablemente. Apagar la mente sin caer muertos, recordar en blanco los papeles del secreto. Girar como las hojas en otoño, molerlas con los codos, soplarlas y olvidar todo. Sentir hielo en tus versos, calor en tus besos, arrancarte del tiempo, despellejarte con miedo. Y es que ya no quiero soñar porque amanezco con un sabor verde, con un sentir dormido, en punto muerto. Ya no quiero esperarte al dormir, no te quiero encontrar flotando en el vino rojo que se escurre entre mis manos. Porque se vuelve realidad esa gota en el fondo del rio que salió de la mente, que cae y cae, rueda y rueda, se arrastra por la piel ahogando cada poro que sintió el suspiro, que ahoga las pestañas e incendia guitarras.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Punto de partida

El problema es que llega de improviso, se cuela en la sangre y nos brotan botones de cristales que se incrustan en la materia roja para diluirla en la mano que se apoya en el pelo para no ser vista. El problema es que llega de golpe sofocando a la risa que se disuelve cayendo al suelo que nos hace resbalar para quedar tendidos en las nubes de cemento que se trisan al sentir el hielo. El problema es que se te duerme la vista hormigueándote el sentir cuando bailas para poder seguir y caminas sin dirección para poder dormir. El problema es que es un problema sin apariencia porque llega como fantasma que se te mete en el alma y te derrama los ojos para poder salir tratando de hacerte morir. Y el gran problema es que el mundo gira y gira mientras te mareas tratando de aguantar la calma para que no se vuele con el fuego que te asfixió el respiro porque no quiere que huelas las hojas de la canción que te recuerda tanto al momento en que se volvieron dos extraños y ni miradas se cruzan ahora porque se transformaron en el suspiro que se volvió tu respiro. Y los segundos se vuelven vidrio que cayeron de a pedacitos por los oídos tratando de entender el lamento de la rosa que nació con espinas y que hace sangrar la vida que se te voló por el soplido que causó tu decepción. Pero el sueño continúa recordando los días en que era todo de papel de arroz mientras se formaban figuritas que mordió el perro callejero porque sintió que lo invadían y nos ladró para ahuyentar la brisa marina que nos esperó rodeada de formas y colores que solo aparecen en el inconsciente de la multitud para así hacer más amena la vida y la risa se transforman en un medio de comunicación atrofiado por el miedo y la pena que regresó del entierro para convertirse ahora en un problema que llega de improviso, se cuela en la sangre y nos brotan botones de cristales que se incrustan en la materia ,ahora, azul para diluirla en la mano que se apoya en el pelo para no ser vista.

Los periodos de ausencia no te dejan escapar

Vamos a romperlo todo, a esparcir la risa, a soltar el llanto y a cortar las vigas. Quemar las hojas, respirar las cenizas y toser la sangre que te mantiene viva. Recorrer recuerdos, toser el viento, gritar la calma, despellejar las almas. Sentir la ira y la vida, luego las pisas. Arrastrar las mantas para dormir en el cielo sin tener que caer al barro que te come la cara. Extraer los ojos de la tierra, pegarlos en la cara, salir fuera de este mar que nos engaña.
Volar del sol, caminar por la luna y dormirte ahogada en las dunas. Riamos, cantemos y brillemos, llenemos ese espacio del alma, ese rincón de desconsuelo, removamos las hojas que nos ahogan el pelo. Corramos para quitar el frio, nazcamos para creer de nuevo. Gritemos para despejar el cielo. Sintamos sin presión, no pensemos, actuemos. Recorramos las calles con los ojos vendados y así, sentir los pies cansados.
Lograr lo cometido, vivir el peligro, nacer y sentirte vivo. Caminar anestesiada sin sentir el sentido del sentir y llorar con la risa en la cara porque sientes y te dio la gana.
Volar a lo desconocido y creer nuevamente que existe el final feliz y cubrirte la cara con las manos que se funden en la piel y te conviertes en nada.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Entre esferas de papel y estrellas por doquier

Entre esferas de papel y estrellas por doquier, me marché sin decir nada. Los ojos y la piel, recordando al que se fue, cayeron dentro de una multitud desesperada. Te sentiste encoger, imaginándote a ti también, extrañando y pensando en el ayer. Ahí, tu cuerpo sentí detrás de mí y tu pelo se mecía con el fuego. Tus ojos quebrados se esparcían por el suelo y los vidrios se los llevaban los pies cansados. El agua recordaba y anhelaba esa calma y la paz que tus manos me causaban.
Tus palabras sordas ya no suenan por tu boca, ya no arman oraciones que dormían en mi boca. Dulces tus dientes que rompía el silencio y hermosa tu mente que se colaba en mis sueños. Maldito el presente que presencia mi desgracia y maldita la hora en que me diste la espalda.
Desentendida con el mundo se siente mi alma que llora y se angustia a medida que las horas avanzan. Y al pensar que tu presencia se esfuma, que ya no volveré a verte ni intercambiar palabras, nace una nueva melodía que recorre mi espalda. Es sentirte y no verte, es mirarte ausente. Es sentirte cansada y acorralada por el viento helado que triza tu mirada. Es quererte siempre y olvidarte nunca, entre copas y un café, echarte la culpa. La culpa de una muerte anunciada que llego de sorpresa para llevarse el alma.
Al estar aquí, olvidas todo de ti y solo sientes que la vida se te escapa, que la paz se marchitó y tú, como si nada. Porque de la nada se revuelven los sentidos y se forma una masa espesa y sin contenido. Es estar varada en un mar de lágrimas que se mueven y ahogan tus entrañas. Porque tu carne se desangra y se forman ríos que te ciegan la mirada, la pierden y no encuentran el sentido de seguir corriendo, de no saber de qué se trata el tiempo, de no sentir… de no sentirte.
Y volvemos al comienzo, con una espada clavada al pecho y la carne se desarma y cae sin tener peso. Rebota en el suelo, se siente tu aliento, aliento a vino y cigarros que se funden en tus manos y los ojos se derriten al ver tanto desconsuelo porque ya no quieren seguir mirando el cielo. Las nubes se juntaron, cerraron el cielo, quemaron el pelo que tenías suelto. Tus ojos se quemaron, te gritaron en la cara, te pegaron un portazo y tú, como si nada.
Te arden los ojos, ya no sabes si seguir, te cayó el cielo encima y con ello, tu mundo de fantasías. Se destruye tu entorno, la carne sigue viva, retorciéndose con la frente arriba. Tus manos se secaron, se formaron heridas y te arde la voz al escuchar tu risa. Y lo peor de todo es que te espero.

martes, 15 de septiembre de 2009

Y creer que creerás nuevamente en lo que creíste creer de la humanidad

Es difícil creer en las despedidas, en el adiós eterno, en el hasta luego pendiente.
Porque cuando creemos y confiamos lo sentimos para siempre, nos apropiamos sin intención de una parte del ser, del ser ajeno a nuestra carne pero parte de nuestra piel.
Cuando todo se desvía, cuando el cuento se termina y se le pone punto final, cuando el libro acaba con la página en blanco y cuando la canción finaliza, nos damos cuenta que en realidad nada es para siempre, aunque así lo creamos y nos convenzamos, la magia tiene un fin y no nos dimos cuenta como se concluyó, nos dejó impactados y con la curiosidad de cómo pasó.
Se nos enreda la mente después y el corazón se agita sin tener una respuesta clara, se nos nubla, muchas veces, la vista porque recordamos el pasado y el futuro mental, el presente actual pero ausente, el periodo de ausencia del alma que no sabe como más avanzar, como continuar su camino y así, caemos y caemos fuerte, muchas veces. Nos olvidamos del sentido del sentir, de la alegría de vivir, de la fuerza al caminar y olvidamos, inconscientemente, de cómo respirar, de cómo disfrutar esos olores activadores del sentido, de cómo disfrutar una lagrima sin que se vuela espesa y nos robe la calma. Nos ata los pies la incertidumbre y nos rodea de hierro el corazón, esa bomba corpórea que nos nutre de tempera que rodea el cuerpo, de tempera roja que nos activa el cerebro y nos hace soñar. Se nos hizo difícil la vida que debiera ser atractiva, que debiera ser disfrutada y magnificada, que debiera ser ligera y sin asperezas, que debiera ser tranquila y agotada. Se nos olvida como seguir, como continuar después de una caída, de un tropiezo bien fuerte con una piedra que jamás vimos ante nosotros, y chocamos con esta, nos destroza la cara y no vemos nada, nos tendemos en el suelo sin sentir ni decir nada, caemos y flotamos sin sentido del tiempo, desorientados ante un mar de espesas lagrimas que luego, se vuelven nada, que se evaporan y jamás supiste a donde se fueron, pero la verdad es que están ahí, en ti, dentro de tu piel, se cuelan entre los poros para volver a salir y caer de nuevo, te drenan los ojos y los inyectan de nuevo, así continuas hasta que decides arrancarlas de los ojos y las botas al suelo, donde ahí quedaron desoladas y se mueven entre la tierra, para ahora ser parte del planeta.
Se te hace difícil este viaje que llamamos vida, esta parada en la evolución del alma, nos despedaza una y otra vez para luego juntar las migajas y crear un nuevo o mejorado ser, a veces, peor. Y vuelves distinto, perdido, con la vista en las nubes, porque no hay mejor remedio que mirarlas, no hay mayor consuelo que tocarlas. Te conviertes en otro, en otra mente, en una pausada pero seguimos viviendo y después de un tiempo sintiendo, recordando y pensando, aunque muchas veces es mejor dejar a la mente tranquila, que no trabaje para no sobrecargarla, dejarla ausente, muchas veces. Cerrar los ojos y creer que mañana será más tranquilo, sin piedras en el camino y creer que creerás nuevamente en lo que creíste creer de la humanidad.

sábado, 5 de septiembre de 2009

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ylacabezamedavueltasymemareasinsaberdondeponer
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