domingo, 27 de septiembre de 2009

El viento en llamas abrió la ventana

El viento en llamas abrió la ventana que sostenía la cabeza derramada, el perro azul lamía los ojos caídos en el suelo, le brotaban diamantes del cielo. Las manos se arrastraban por las paredes dejando un rastro de tempera, de tempera roja que inundaban lo que siento. La acuarela se escurría desde la boca apareciendo un rio de hojas rotas. El pelo formaba nudos que tambaleaban a las piernas que andaban exhaustas por arrastrar piedras. Los pies cansados atravesaban el puente de hiedra que nacía de las orejas para tocar las estrellas que se movían con la melodía que brotaba de las espinas. Gritaban las pestañas al no poder descascarar el quebranto que se armaba del viento espeso que cubría la razón. Y la espera crujía al avanzar el tiempo que le jugaba en contra al sentirse libre de tener que decir una palabra sin pasión. Los dedos corrían sin dirección al desatarse la decepción que abrió paso al desconsuelo que se reía de la calma que necesitaba un poco de tiempo para entrar en calor.

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