viernes, 18 de septiembre de 2009

Entre esferas de papel y estrellas por doquier

Entre esferas de papel y estrellas por doquier, me marché sin decir nada. Los ojos y la piel, recordando al que se fue, cayeron dentro de una multitud desesperada. Te sentiste encoger, imaginándote a ti también, extrañando y pensando en el ayer. Ahí, tu cuerpo sentí detrás de mí y tu pelo se mecía con el fuego. Tus ojos quebrados se esparcían por el suelo y los vidrios se los llevaban los pies cansados. El agua recordaba y anhelaba esa calma y la paz que tus manos me causaban.
Tus palabras sordas ya no suenan por tu boca, ya no arman oraciones que dormían en mi boca. Dulces tus dientes que rompía el silencio y hermosa tu mente que se colaba en mis sueños. Maldito el presente que presencia mi desgracia y maldita la hora en que me diste la espalda.
Desentendida con el mundo se siente mi alma que llora y se angustia a medida que las horas avanzan. Y al pensar que tu presencia se esfuma, que ya no volveré a verte ni intercambiar palabras, nace una nueva melodía que recorre mi espalda. Es sentirte y no verte, es mirarte ausente. Es sentirte cansada y acorralada por el viento helado que triza tu mirada. Es quererte siempre y olvidarte nunca, entre copas y un café, echarte la culpa. La culpa de una muerte anunciada que llego de sorpresa para llevarse el alma.
Al estar aquí, olvidas todo de ti y solo sientes que la vida se te escapa, que la paz se marchitó y tú, como si nada. Porque de la nada se revuelven los sentidos y se forma una masa espesa y sin contenido. Es estar varada en un mar de lágrimas que se mueven y ahogan tus entrañas. Porque tu carne se desangra y se forman ríos que te ciegan la mirada, la pierden y no encuentran el sentido de seguir corriendo, de no saber de qué se trata el tiempo, de no sentir… de no sentirte.
Y volvemos al comienzo, con una espada clavada al pecho y la carne se desarma y cae sin tener peso. Rebota en el suelo, se siente tu aliento, aliento a vino y cigarros que se funden en tus manos y los ojos se derriten al ver tanto desconsuelo porque ya no quieren seguir mirando el cielo. Las nubes se juntaron, cerraron el cielo, quemaron el pelo que tenías suelto. Tus ojos se quemaron, te gritaron en la cara, te pegaron un portazo y tú, como si nada.
Te arden los ojos, ya no sabes si seguir, te cayó el cielo encima y con ello, tu mundo de fantasías. Se destruye tu entorno, la carne sigue viva, retorciéndose con la frente arriba. Tus manos se secaron, se formaron heridas y te arde la voz al escuchar tu risa. Y lo peor de todo es que te espero.

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