viernes, 24 de septiembre de 2010

Despertar, renacer...

Hace un tiempo que no sabía que expresar pero había una lucha dentro mío que necesitaba gritar, crecía cada día, con más fuerza y voluntad, tenía el sentido, la pasión y la decisión, pero no lo sabía hablar. El tiempo me pedía palabras, me pedía emociones, me pedía algo que no estaba lista para entregar. Nació un día de invierno, que infló mi pecho día a día, un poquito más. Me sentía en una sintonía estelar, algo difícil de imaginar, cerraba los ojos y allí estaba pero aun muy tímida para abrir sus ojos y estallar. Comenzó a mezclarse con variadas emociones, a las cuales obligué a guardar silencio, las enmudecí y cocí, allí se quedaron, mudas, con miedo, sin voz ni voto, ahora mandaba y dominaba la razón por sobre el encanto y la magia, reinaba la conciencia por sobre la paciencia. Esto me hizo renacer y volver a gestar para luego parir, un sinnúmero de sentires, una infinidad de pensares y uno que dos malestares. El vientre que fecunda la vida, vuelve a sentir lo que quiso borrar, por miedo, ese miedo que te paraliza y te deja tonta, sin vida. Deja la vida volar, gracias Víctor Jara por tan sabias palabras y gracias a la vida, Violeta Parra.

Mezclando los sentidos con esta realidad, quisiera pedir por nuestra sociedad, por nuestra comunidad y más que nada, pedir respeto por nuestra gran madre tierra que nos protege la vida entera, por nuestra amada naturaleza que nos quiere hacer despertar, nos quiere concientizar y hacerla valorar. Por amarla como ella nos ha amado todos estos años de existencia, para cuidarla como ella nos ha cuidado, entregándonos lo necesario para nuestra sobrevivencia. Dejemos de abusar, comencemos a actuar, cuidémosla ahora a ella, la hemos pisoteado bastante para continuar con esta masacre. Sanémosla, querámosla, cuidémosla y ayudémosla a ser más grande, más fértil y aun más hermosa, démosle cada día los regalos que ella nos brinda, porque a pesar de estar débil, siempre nos brinda una sonrisa, una caricia. Alimentémosla con nuestra energía, la necesita, debemos retribuirle todo lo que nos ha brindado, por todo lo que nos ha enseñado, no seamos mal agradecidos, miremos hacia atrás pensándolo como un error que jamás volveremos a cometer, estamos a tiempo de despertar, de renacer.

Si el hombre mata a la naturaleza, este muere con ella. Si el hombre muere, la naturaleza sigue con vida, dependemos de ella. Démosle el respeto que se merece y el amor que ella nos brinda. No quisiera llegar a ver un mundo, mi y nuestro mundo devastado.

lunes, 28 de junio de 2010

Yo creo

Creo en la felicidad, en esa felicidad tan real que puedes abrazarla, en esa que te hace doler el estómago y te seda los ojos. Creo en esa felicidad, en la que se mantiene siempre en el rostro, en esa que se defiende cuando la miran con malos ojos. Creo en la felicidad compartida y solitaria, creo en la felicidad esculpida y espontánea, pero por sobre todo, creo en la felicidad que aguanta, esa que con la frente en alto te mira a tu altura y no la derriba nada. En esa tan real que puedes abrazarla, en esa que no se desmorona con nada.

También creo en las grandes penas, en esas que te envuelven en un traje escarlata y te encierran como condena. Creo en esas que te hieren las piernas, que no te dejan mirar hacia al lado, no, siempre hacia abajo. Creo en esas penas profundas que te dejan marcas, en esas que te derrumban y te vuelven nada. En esas oscuras y sucias penas que te quitan la vida entera y también creo en esas penas espontáneas, esas que llegan sin previo aviso, solo llegan, te empujan y se marchan.

Pero no creo en esas penas y felicidades falsas. No creo en esos ojos forzados a estar caídos, no creo en las lágrimas secas ni en las risas mal hechas. No creo en las filosofías de la gente que se desarman cuando les gritan fuerte, tampoco creo en sus palabras, ni en su teoría, solo contemplo los dientes. Son falsos mesías, falsos saberes, son imitaciones y correcciones, son verdades falsas que inventa la gente, que se inventan para saberse en armonía.

Creo en la felicidad, esa que aguanta, la que lucha y que no se desmorona con nada. También creo en esas penas que te condenan, esas que te quitan la vida entera, las que te condenan. Pero no creo en esas penas y felicidades forzadas, no creo en las lágrimas secas ni en las risas mal hechas.

domingo, 13 de junio de 2010

A veces, si, a veces siempre...

A veces, si, a veces la lluvia te envuelve sin percibirla. A veces, si, a veces tu cuerpo te hace cosquillas. A veces, si, a veces el estómago te retuerce las costillas para doblarte la mente y golpearte en la frente. Porque a veces el suspiro se hace grande y fuerte, se hace pesado y te raspa la garganta que intenta gritar pero ya no le queda nada. Se ha agotado por llorar en sueños, por desgastar el aliento y por respirar incienso. A veces, si, a veces siempre quisieras dejar todo en blanco o en negro, disfrutar el aroma de las flores de invierno, saludar cordialmente a ese solcito tierno. Pero a veces siempre se rompe un cristal que cae de tus ojos y te hacen tropezar. Te devuelven la memoria que quisieras olvidad o más que nada reparar. A veces, no, siempre quisieras caminar inconsciente, quitarte los zapatos y sentir que creces, tocar el cielo con la punta de los dientes, despeinar tus cabellos y sentir que sientes. Porque a veces quisieras despertar en un mundo diferente, en tu segundo mundo, no en el primero ni en el tercero, en el segundo, a veces, si, a veces siempre.

miércoles, 2 de junio de 2010

Ego - ismo

Mira siempre a tu alrededor, nunca sabes cuando algo puede sorprenderte. Esto funciona con la maravilla y la desilusión. Ambas te impresionan, a mi me ha impresionado el egoísmo. “En tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos, en tiempos donde siempre estamos solos”, extracto de una canción que se me vino a la mente.

Todos somos egoístas, todos tenemos un grado de este actuar o sentir recorriéndonos, nos envuelve, diría que está en la naturaleza humana, desde pequeños adoptamos este actuar, queriendo lo que quiere el otro, no dejando que usen nuestras cosas, que se yo… Pero eso es un comportamiento inmaduro, aun no se toma la conciencia, la idea es que al crecer nos demos cuenta de lo que importa y no actuemos con egoísmo. Está bien velar por nuestro propio bienestar, pero no pasando a llevar a la persona que tenemos al lado.

Me ha sorprendido bastante, me ha desilusionado, me da pena… no porque me afecte personalmente, sino porque me da pena la calidad de gente, de persona, de ser humano, de ser viviente. Me da pena que la sociedad se deteriore tan rápidamente cuando se suponía que venían tiempos de unión.

Yo, yo, yo. Todos somos egoístas, diría que está en la naturaleza humana.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Dulce, encantador y mágico

Y la introducción anuncia el sentir del recuerdo, corren imágenes y sensaciones de antaño, dolores de estómago y ojos cansados.
La voz dulce nos relata una historia ajena y propia, que se volvió propia y terminó ajena.
“Dulce, encantador y mágico, un poco hablador pero simpático, siempre despeinado bajo el árbol”, te retuerce la mente y te mastica los dientes.
Los suspiros de entremedio, las cuerdas vibrando a lo lejos, el sube y baja de los acordes y las lentas pausas, te llevaron a un mundo de antes, de antes. Ese mundo perfecto, ese mundo sin miedos. Te transportaron a un día, a una semanas, a unos meses, donde la ciudad te acurrucaba, donde las sonrisas estallaban. Y los sentires se apoderaron de tu cuerpo, de la espina, las mejillas y las risas, del estómago, los ojos y las manos. Te incendiaron un poco los sesos, las palabras y los besos, esos de antes, de antes.
Y sigue corriendo, te sientes inmersa en una realidad pasada, en un tiempo de antes, de antes. Te desmontaste de este presente inerte y te volaste a antes, antes.
Se te envolvió el cuerpo en frio y en calor, en calor y en frio, en dolor y molestia, en suspiros y siestas, en agrado y alegría, pero a la vez en desagrado e impotencia.
Van y vienen imágenes compuestas, van y vienen realidades opuestas.
“Donde un beso era como un huracán”, te grita esa boca desecha, te grita la boca descompuesta.
Y los ojos te pesan, caen al viento y se cierran, donde la sombra de un pájaro vuela y vuela dejando su huella desierta.
“Hoy quisiera ser mucho mejor” te escala la espalda, te entierra las garras y las hace pesadas, te encorva y te pisa, te escupe y te entierra.
Y las voces de paz te hierven la sien, te la parten en cien y comienza a llover.

sábado, 22 de mayo de 2010

Va y viene como el viento...

Va y viene como el viento, decían sus cabellos cuando avanzaba deslizándose por el suelo. Con el cielo en la cara recorría los árboles que la arrullaban en silencio. Respiraba, se colaban pequeños suspiros en sus pulmones que la hacían brotar como las flores, que la hacían mecerse con las canciones. Los ojos cerrados recordaban pasadas acciones, los viejos cigarros y cansadas traiciones. Antiguas caricias se colaban en sus manos, le recorrían de la espina a las mejillas, de los malestares a los pensares, de las tristezas a los desgastes.
Al acostarse bajo el cielo y acomodarse en el silencio, cerró sus ojos y cayó en un sueño espeso, se vio recorriendo pinturas surrealistas al lado de un viejo compañero, con bloques de mar y blancos arcos de piedra, mientras un caballero inglés paseaba por la arena.
Al regresar se encontró suspendida en un plumón de dudas, en un calor sofocante y con un cerebro desbordante. Cerró los ojos para caer nuevamente y así aliviarse de los malestares, pero regresó más vacilante. Una misteriosa inquietud le revolvió los pensares y se paró sin respirar, se asfixió con los mares y se ahogó con los aires. Se alivió más tarde con la lluvia constante, que caía en sus cabellos y bailaban entre ellos. El vapor le ahuyentó los miedos y las ansias, la dejó serena y calma. Pero al volver a su desierto, áspero y seco, frío y sin peso, le tomaron de la mano las locuras y espantos, los vacíos y los trapos.
Y de nuevo la baña la lluvia, que le congela la espina y las mejillas, que le acurruca los ojos y las costillas, que le aliviana los pensares y las incomodidades, que le diluye la tinta roja y las astillas.

sábado, 8 de mayo de 2010

Gritar sin ruido

Y quizás es mejor quedarse inconsciente, quizás es mejor quedarse ausente. Tapar la boca sin dientes, cerrar los ojos lasos y escribir versos corrientes. Coserse a la espalda unas plumas vehementes, arrancadas de sus sienes. Arrastrarte sobre el suelo caliente, arropándote con el sudor de la frente, revolcándote con la brisa espesa que te eleva incoherente.
Romperte los dedos corriendo sin consuelo, dejando una huella de penas en el cielo, escupirle a éste y derretir los pensares congruentes, absorber los malestares de la gente. Cocinar los cabellos mal peinados, arreglar los agujeros del costado, soplar y soplar bien fuerte las comezones de las piernas y brazos, de la espalda y la frente, de las mejillas y las sienes, de los parpados y los ojos transparentes.
Gritar sin ruido que de pronto se nos ha escapado un niño que jugaba tranquilamente en la calle sin pensar que lloverían electricidades, sin pensar que respiraríamos suciedades. Y cuando el pequeño desapareció, el mundo se transformó y cambio su aroma, color y sabor. Giró distinto, extrañamente recogido, se perdió la inocencia de los ojos dormidos.
Y quizás es mejor quedarse discordante, inexplicable y mal oliente, con los cabellos mirando al cielo y no de frente, con los ojos cerrados sin tener contacto con otros ojos examinadores, ni envolverse en brazos traidores. Quizás es mejor quedarse desaliñado y consecuente, con dolores incipientes y otros de antaño, con cicatrices moldeadas año tras año.
Y quizás es mejor quedarse inconsciente, quizás es mejor quedarse ausente.

domingo, 4 de abril de 2010

Un agosto muy frío

Porque a veces, la vida se vuelve sin sentido si solo respiramos, se vuelve confusa si solo pestañeamos, y cuando gritamos se nos vacían los pulmones y nos deja satisfechos, ya que gastamos ese aire acorralado para dejarlo libre y así continuamos. Así continuamos con los pulmones desechos, con la mente en fuego, porque queremos dejar salir pero se quedan bien adentro, y cuando gritamos, cuando suspiramos, cuando maldecimos y berreamos, se nos sale lo malo y quedamos desechos. Exhaustos, acabados, cansados y tirados, pero satisfechos, nos quitamos ese casco de pensamientos, esos que nos daban vueltas y vueltas en el lecho, esos que nos mareaban en las noches causándonos insomnio, que nos hacia vomitar verbos. Nos hacia soltar los nudos y agotar la yema de los dedos, nos gastaba la vista y nos dejaba sin aliento. Nos quitamos un gran peso, un gran peso. Chau número tres como dice Benedetti, chau número tres, aquí te dejo, “con tu vida, tu trabajo, tu gente, con tus puestas de sol y tus amaneceres”, pero yo no concuerdo con volver y quedar de oyente, no concuerdo con quedarme transparente, no concuerdo y en esto soy irreductible, con quedarme muda cuidándote a lo lejos. Chau número tres para siempre y de esta manera me despellejo y le grito a los vientos esos males que me pudrían por dentro, esos pesares que me hacían caminar lento, me despido de esos pulmones agotados por humo y encierro, me despido de esos ojos estrechos. Adiós compañero de risas y llantos, de canciones y espanto, adiós compañero de sueños e ilusiones, adiós compañero de desilusiones.
Por eso berreamos y gritamos, moqueamos y maldecimos, para después poder chillar si es necesario y quitarse del cuerpo ese agosto tan frío.

viernes, 12 de marzo de 2010

Una gran pena

Me da pena mi tierra, más que nada mi planeta,
me da pena mi gente, ya sea de Chile, Argentina o Francia, Estados Unidos, Alemania o Suecia.
Porque todos pisamos el mismo suelo y respiramos los mismos vientos.
Nos acuesta la misma hermosa luna y nos despierta nuestro gran y radiante sol.
Porque aunque tengamos pieles distintas y hablemos lenguas diversas
nuestro corazón late de igual manera.
Me da pena que nosotros mismos nos definamos como un virus,
Que perdamos la inocencia y arruinemos nuestras vidas.
Tengo pena y ,admito, miedo por no saber que le pasará a nuestros árboles 5 minutos más adelante, tengo pena y, admito, miedo por no saber qué será de nuestros niños en diez años más si no es que en cinco.
Tengo miedo, admito, de no querer despertar en un mundo seco,
Con un cielo gris y espeso,
Admito, tengo miedo de no ser lo suficientemente fuerte para vencer mis miedos.
Tengo pena de mi gente, de esa que la veo de bien lejos, las que están allá, cruzado el océano y de la que está aquí a mi lado, en mi mismo país, en mi misma ciudad, a unos metros de mis ojos.
Tengo miedo de no poder defender y tengo pena de que otros no defiendan,
Tengo pena de esta destrucción masiva, y esta violación a la tierra.
¿Por qué no se usa el poder para mejorar y arreglar, en vez de gastar todo ese tiempo y energía en destruir nuestro hogar?
¿Por qué, los poderosos, prefieren la destrucción a la reconstrucción? ¿Por qué no dejamos nuestros egos y egoísmos, nuestro rencor y nuestro odio a un lado? ¿Por qué no aprovechamos nuestra energía para levantarnos y unirnos como seres humanos? Y no como indio, como americano, ni como mapuche, ni como chileno, ni como blanco, ni negro, ni asiático, ni africano, sino como humanos, como seres vivos, como personas que piensan y razonan, por eso no somos “animales”, porque se supone que al razonar y pensar nos hace superiores, pero les digo, las guerras y destrucciones no nos hace ni los hace mas fuertes ni potentes, los hace mas estúpidos y más salvajes, los convierte en animales.
Tengo pena y es una gran pena, porque me decepcioné y desilusioné de la humanidad y de la mía.

domingo, 28 de febrero de 2010

Cuando la tierra nos remeció el mundo

Cuando la tierra nos remeció el mundo, hizo más que desequilibrarnos el cuerpo, hizo más que lanzarnos gritos desde dentro, hizo más que aferrarnos a los nuestros. Cuando la tierra nos remeció el mundo, nos lanzó esas lágrimas que teníamos incrustadas, esas que se creían ya secas, esas que ya habían sido botadas. Cuando la tierra nos remeció el mundo, nos abrió la mente a un lugar oscuro, a un lugar desierto, casi parecido al que debíamos enfrentar. Esta puerta se abrió de par en par, de un modo violento, con un vaivén, que iba y venía, del ayer y hoy, hoy y ayer y antes de ayer también.
Cuando la tierra nos remeció el mundo, las gargantas se cerraron, los ojos se sellaron, las manos temblaron ante un mal sentimiento, ante un recuerdo ya zurcido en el interior. Se bloqueo la mente, se cerró ante un desconsuelo, ante una respuesta que no podíamos obtener, y cuando la hicimos, como se suponía, no se obtuvo respuesta.
Cuando la tierra nos remeció el mundo, el pánico se hizo parte de nosotros, se nos unió a la sangre y nos recorrió las venas. Cuando la tierra nos remeció el mundo, los pies se nos enterraron bien profundos, dejándonos las alas muertas.
Cuando la tierra nos remeció el mundo, hizo más que desequilibrarnos el cuerpo, nos desequilibró también el alma y el sueño. Nos desveló de los pensares, dejándolos libres por un tiempo. Amarrados cual volantín, que se eleva bien lejos, bien en lo negro, surcando las nubes de espejos, bailando con el viento. Muy tarde después cesaron el vuelo, volviendo maltratados y dolidos al cuerpo.
Cuando la tierra por fin nos dio consuelo, abrimos los ojos opacados por el cielo, este cielo inmenso que nos bañó de oscuro, que nos envolvió en un manto seco. Cuando nos remecía de nuevo, los pensares se revolcaban adentro, tropezándose en el cemento, azotándose como un vaso en el concreto.
Cuando ya cesó por completo y la tierra se acurrucaba para descansar, nuestros pies y mente se recobraron dejando sangrar el miedo, dejando salir el fuego. Cuando ya cesó por completo y la tierra nos acompañaba en el sueño, las imágenes dudosas salían de su encierro.
Cuando en lo claro los suspiros nos recobraban la vida, los ojos se abrieron amaneciendo más a la deriva, con las alas más armadas y las risas más tranquilas. Los abrazos se hicieron más intensos y los cigarros nos cortaban la vista. El viento en los cabellos nos despertaban ante un mundo distinto, no otro, sino el mismo pero distinto.
Cuando la tierra nos remeció el mundo, se escribió en el polvo el fin de la historia que yo construía, se escribió el fin de ese cuento de fantasías, se termino la historia y la vigilia.

jueves, 28 de enero de 2010

Piano piano

Y es cuando nos consumimos los unos a los otros, cuando la sangre nos palpita en las venas y cuando los ojos nos gritan condena. Se empieza de a poco, uno por uno, dos por dos y así sucesivamente hasta que te encuentras cantando versos al viento, escupiéndole el humo al suelo y riéndote del tiempo. Cuando los acordes se hacen agudos las estrellas te alargan la noche sin conciliar el sueño, llevándote lejos, muy lejos y es cuando a veces se pone negro el cielo. Y los pensares te llevan al encierro, al destierro, a vivir sin hacerlo y a respirar artificial. Las palabras se te enredan, se contradicen, tu mente se contradice y se nubla, se te nubla la razón y los sentimientos, se paran, como cual reloj que no marca el tiempo, como cual guitarra sin rasgueo, o como cual armónica sin sentimientos. Y los susurros te adormecen el cerebro tratando de alejarte del encierro, pero las ánimas te bailan sin consuelo, te rodean el pelo revoltoso, las pestañas sin consuelo, los dedos perplejos. Y un hormigueo te ensucia la espalda, las piernas, los brazos y los sesos. Las gotas te bañan a su antojo, cayendo a lo lejos pero de adentro, bien adentro porque extrañas, si, aun extrañas, las entrañas de las arañas. Las canciones de los dedos, las risas del pelo, las carcajadas del suelo y los vidrios en el cielo. Los algodones amarillos, rojos y naranjos, las montañas de café y nieve y los cielos rasos. Esos infinitos que te hacían pensar en el mar, en el mar de viento, ese que no tenía un horizonte definido, en el cual querías nadar y nadar para encontrar lo perdido. ¿Cuándo lo perdiste de nuevo? Entonces crees que los rasguños y los cortes son parte de la vida, que la sangre que te envuelve no es más que una fantasía y cuando te apoyas encima sientes un tic – tac con ruido, con piedras que te hacen saltar, con ilusiones que te hacen brotar. Y sales, te pones cara a cara con el sol, esa esfera de fuego que te retuerce los dientes, que te quema la mirada y no te hace ver más nada. Es ahí cuando continuas y caminas hacia él para desaparecer, para borrarte del mapa y escuchar canciones sin palabras. Para caerte en un libro abierto que te absorba y luego se cierra la tapa. ¿Cuándo empezamos a perder la ternura?
Y el silencio te envuelve de gris y te cubre con una manta áspera, esperando y esperando. Esperando y esperando. Y seguir esperando… Hasta que de pronto, un silencio sueña, un silencio otorga y un silencio suena. Una nota corta, una nota espesa, se aliviana de la mente y te vuela la conciencia. Pero sigues ahí en la espera… con la vista en ascuas, con las cejas rectas. Y el susurro, nuevamente el susurro, te rodea el cuello y los hombros, te acaricia la espalda hasta los codos. Te encierra una voz dolida, una voz arisca y herida, una voz, una voz distinta. Y caes consiente de la inconsciencia del momento, rebotas las nubes con tus ojos para adormecerlos del rostro. Y esperas y esperas, y hueles, y sientes, y hueles. Un olor amargo, un olor abstracto, un olor sin contenido, un olor sin sentido. Entonces esperas y esperas, piano piano se va lontano.
Piano piano.

domingo, 3 de enero de 2010

Lágrimas de cocodrilo

Y es que al momento de sentir es cuando decimos que es real, cuando sentimos y tomamos una actitud nos convencemos de que es verdad, osino no sentiríamos así, entonces hay que confiar y seguir nuestros instintos, tomar una postura y seguir. La vida sigue, continúa, se detiene a veces, pero sigua hasta que para y es cuando se debe entender que como mortales no podemos hacer más nada que quedarnos sin el miedo y continuar.
A veces me cuesta entender el comportamiento humano, a veces me cuesta creer lo que veo, lo que siento. A veces me cuesta entender los acentos. Y siempre me cuesta entender el comportamiento humano, me cuesta digerir la mentira, me cuesta digerir lo falso, me cuesta saber que el resto nos ve la cara de idiotas y no se dan cuenta que hay unos cuantos que se dan cuenta. Y me cuesta entender cómo seguir con ese peso, me cuesta seguir con los pies arrastrados por una condición que ni siquiera es personal, que no tiene que ver con mi esencia, que no tiene que ver conmigo. Me cuesta entender las caretas y verlos salir victoriosos de los engaños. Lagrimas de cocodrilo que ruedan por sus cerebros porque de adentro no se asoma ni un destello. Salen ojos secos que debieran estar húmedos acompañando a los lamentos y lo peor es que se contradice con tus sentimientos, porque no es un ser ajeno, es un ser de dentro, de ti y de mi, de nosotros y ellos, es un ser que te apoya , que te trata de entender o solo asiente, pero es externo. Quizás es mejor un poco lejos, quizás es hora de parar y después seguir viviendo.